Friday, October 17, 2014

¡Para!




Para… y observa todo cuanto te rodea.
Para… para no perder de vista hasta los más insignificantes detalles.
Para y siente el mundo moverse.
Para y escucha el silencio.
¡Para! ¡Y aprende!
Aprende que la vida es mucho más de lo que ves,
mucho más de lo que crees.
Para…
    Observa…
        Escucha…
            Siente…
¡Para! ¡Y aprende!
Lola Molina
6-11-04

Thursday, October 16, 2014

Otro día termina

Otro día termina, 
otros abrazos que no doy, 
otras palabras que no susurro, 
otra caricia que añora mi piel.

Otro día termina, 
otra sonrisa sin destino, 
otro suspiro en el silencio, 
otra experiencia sin compartir.

Otro día termina, pero mañana, ....
otro día comienza.


Lola Molina
15-10-14

Tuesday, October 7, 2014

EL TRUCO DEL AUTOENGAÑO. Cristina Llagostera

EL TRUCO DEL AUTOENGAÑO. Cristina Llagostera. El País. 10/07/11
  • Es la más elaborada de las mentiras: engañarnos hasta dar por cierto lo que no es. Y eso puede hacernos mucho daño.
  • En algunos momentos, esta escapatoria puede resultar útil, pero si se mantiene de manera rígida puede generar dificultades.

Nadie se halla libre del autoengaño, esa estrategia mental que permite esquivar la realidad refugiándose en una inconsciencia más o menos deliberada. Se recurre al autoengaño para evitar asumir las consecuencias de los propios actos al no ver ciertos aspectos personales o del entorno que resultan desagradables, al fingir y ocultar lo que se siente o al justificarse para salir airoso de una situación. Pero ¿cómo es posible engañarse a uno mismo?. Según Francisco J. Rubia, catedrático de Medicina e investigador en neurociencia, incluso el propio cerebro nos engaña. La misión principal de este órgano es garantizar la supervivencia del organismo, y para tal fin elabora pero también deforma la información que recibe de los sentidos.Existe, por una parte, el autoengaño que opera de manera consciente. Una persona sabe que tiene que realizar algo, pero se convence a sí misma para dejarlo para mañana. Alguien reconoce que tiene un problema y se autoengaña pensando que el tiempo lo solucionará. Sin embargo, en ocasiones la mentira está tan bien armada que ni siquiera se es consciente de ella. Así, una persona puede descubrir que ha borrado de su memoria hechos importantes o que se ha mantenido ciega ante las evidencias claras de que su vida de pareja naufragaba. El autoengaño es el más escurridizo de los mecanismos mentales, porque resulta difícil darse cuenta de lo que se prefiere ignorar.

LOS 'PUNTOS CIEGOS'
"Todo es según el color del cristal con que se mira" (Ramón de Campoamor) En su libro El punto ciego, Daniel Goleman relaciona esta estrategia con un hecho fisiológico. En la parte posterior del ojo existe una zona donde confluyen las neuronas del nervio óptico que carece de terminaciones nerviosas. Esta zona constituye un punto ciego. Habitualmente no se percibe su existencia porque se compensa con la visión superpuesta de ambos ojos. Pero incluso cuando se emplea un único ojo resulta difícil distinguirlo, pues ante la falta de información visual el cerebro rellena virtualmente esa pequeña área en relación con el entorno.Algo parecido sucede a nivel psicológico. Todas las personas tienen puntos ciegos, zonas de su experiencia personal en las que son proclives a bloquear su atención y autoengañarse. Estas lagunas mentales tienden a ser rellenadas con fantasías, explicaciones racionales o imaginaciones. Se trata de un hecho comprobado que no percibimos la realidad tal y como es, sino que elaboramos nuestra interpretación particular a partir de lo que captan los sentidos. Incluso la memoria resulta altamente engañosa, pues contiene una serie de filtros que seleccionan la información que llega a la conciencia.

ESQUIVAR LA REALIDAD
"Ojos que no ven, corazón que no siente" (refrán popular) Cuando algo supone una amenaza, la atención suele recurrir a dos tipos de soluciones: la intrusión, en la que la persona se mantiene centrada en lo que le preocupa, pensando continuamente sobre ello, o la negación, que supone desviar la atención y desconectarse del problema.La tendencia a cerrar los ojos ante lo que inquieta surte un evidente efecto calmante, pues permite poner fin al estrés que genera una posible amenaza, una responsabilidad o un recuerdo traumático... El autoengaño, por tanto, ayuda a protegerse de la ansiedad o el malestar disminuyendo el grado de conciencia.Ante una enfermedad grave, algunas personas recurren a la negación: rechazan el diagnóstico o minimizan su seriedad, evitando reflexionar o hablar sobre ello. Esta estrategia tiene su función y puede resultar, por tanto, beneficiosa. Es sabido que las personas con cáncer que niegan su enfermedad pueden sufrir menos ansiedad y depresión.EL TRUCO DEL AUTOENGAÑO. Cristina Llagostera. El País. 10/07/11La negación, por tanto, implica un rechazo a aceptar las cosas tal y como son, y suele ser una de las primeras respuestas ante una pérdida o cambio importante. Supone una escapatoria momentánea antes de enfrentarse con la realidad. Sin embargo, así como en algunos momentos puede resultar útil, si se mantiene en el tiempo de manera rígida puede generar dificultades, tales como no tomar una actitud responsable para realizar los controles o tratamientos que precisa una enfermedad o no posibilitar la elaboración emocional de la situación. Lo decía Ortega y Gasset: "La negación es útil, noble y piadosa cuando sirve de tránsito hacia una nueva afirmación".

LA TRAMPA DE LA SELECCIÓN
"Peor que ver la realidad negra es el no verla" (Antonio Machado) Los seres humanos disponen de infinidad de trucos para mantenerse ajenos a la realidad. Además de la negación, se utilizan mecanismos de defensa como la racionalización, que permite ocultar los verdaderos motivos bajo una explicación lógica, o la atención selectiva, mediante la cual se percibe lo que interesa mientras se ignora el resto.Estos mecanismos de defensa brindan un refugio y son en cierto modo necesarios, pero al mismo tiempo condicionan nuestra manera de percibir y reaccionar frente al mundo. Como individuos, somos recopiladores y observadores de nuestra propia realidad y, a pesar de desearlo, rara vez somos imparciales. La mayoría solemos atribuirnos con mayor facilidad los éxitos que los fracasos, exculparnos y ver la mota en el ojo ajeno. Aunque otras personas tienden a interpretar que el fallo siempre está en su lado.

LA EVOLUCIÓN DE LA MENTIRA
"Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa"(Alfred Adler) Robert Trivers, un biólogo evolutivo norteamericano, opina que el autoengaño es una sofisticación de la mentira, ya que ocultarse algo a uno mismo lo hace más invisible y difícil de descubrir para el resto. Mentir conscientemente, además, crea una contradicción en el cerebro y requiere un mayor esfuerzo. En eso se basa el polígrafo (la máquina de la verdad), pues al falsear la respuesta aparecen señales de estrés a veces imperceptibles, como sudor, cambios en la presión cardiaca o la respiración...La capacidad para mirar hacia otro lado también se ha mostrado fundamental para forjar las relaciones humanas. Se necesita cierta dosis de engaño para mantener la discreción, encubrir cuestiones embarazosas o proteger la integridad de otra persona. Sin embargo, también nos servimos del autoengaño para fines menos honorables, como embaucar a los demás, ocultar aspectos indeseables de uno mismo, lograr un objetivo a toda costa...

LA VERDAD SOPORTABLE
"En el interior del hombre habita la verdad" (San Agustín)Llegamos al meollo: ¿existe un equilibrio óptimo entre autoengaño y verdad?. Sabemos que en ocasiones evitar la realidad nos procura una sensación de alivio, pero también conlleva un coste importante. Lo que no se afronta tiende a repetirse.Un concepto útil es el de la verdad soportable. Se puede apostar por reconocer la realidad, pero dándose tiempo para digerir poco a poco la información que resulta difícil. La mentira y la simulación terminan creando una terrible desconexión, ignorando quiénes somos y qué deseamos. Por eso, lo más importante quizá sea mantener un pacto de honestidad con uno mismo. A ese pacto ayudará reconocer que la realidad es mucho más amplia de lo que se cree. Sin embargo, puesto que siempre resulta difícil detectar los propios trucos, se necesita el espejo de los demás.Con sus comentarios, sus críticas y elogios, y su visión distinta, las otras personas contribuyen a iluminar rincones que hasta entonces permanecían ocultos.

LA SUGESTIÓN COLECTIVA 
Detrás de los pequeños o grandes conflictos suele haber una parte de autoengaño. Es la que proyecta en la otra parte toda la maldad, la desconsideración o el error, defendiendo obcecadamente el propio punto de vista. Eso constituye precisamente uno de los peligros de esta estrategia mental:justificar los propios actos bajo el amparo de la mentira que uno mismo se ha creado. No hay que olvidar, además, que las ilusiones colectivas son un gran instrumento de manipulación. La mejor forma de ganar adeptos es haciéndoles creer en cierta realidad. Una muestra de ello son los colaboradores de un régimen opresivo como el del Tercer Reich, que reconocen con la perspectiva del tiempo hasta qué punto su conciencia estaba manipulada y eran incapaces de enjuiciar lo que ocurría. Según palabras de Milan Kundera,"delante había una mentira comprensible, y detrás, una verdad incomprensible".

Fuente: http://es.paperblog.com/ 
(Orinigariamente de El País, 10/07/11)

ACEPTAR LA IMPERFECCIÓN. Cristina Llagostera.

Cuando reconocemos nuestras limitaciones podemos asumir la responsabilidad de hacer verdaderos cambios en nuestra vida.
Lo difícil de escribir sobre cómo aceptar la imperfección es que cuesta encontrar un principio perfecto. Uno le da vueltas a las frases y a las palabras sin que ningún resultado le satisfaga del todo. Entonces surgen preguntas como: «¿será que tengo un mal día?», o «¿seré demasiado exigente?», mientras se corre el riesgo de acabar abandonando la tarea o creyendo que uno no sirve para escribir.
Al buscar la perfección se pone el listón tan alto que cuesta mucho llegar a estar satisfecho.Se acumulan entonces sensaciones desagradables de frustración y lo que originalmente era un impulso de autosuperación puede convertirse en un obstáculo. Debido a la tendencia a evaluar la propia valía según la balanza de éxitos y fracasos obtenidos, existe un gran temor a cometer errores. Por ello a veces se prefieren evitar las situaciones en que no se tiene la seguridad de hacer un buen papel, perdiendo así valiosas oportunidades.
Sin embargo, las imperfecciones y los fracasos, contrariamente a lo que se cree, también pueden ser productivos, puesto que nos permiten aprender y mejorar. Aceptar la imperfección debería ser un punto de partida para realizar cambios, sin retroceder ni rebelarse ante las limitaciones, pero tampoco exigiéndose imposibles.

ADICCIÓN A LA PERFECCIÓN
El afán de superación está muy valorado en nuestra sociedad, donde parece que sólo los mejores lograrán llegar alto y, por lo tanto, ser felices. Y aunque la voluntad de mejorar es necesaria, a veces tan altas exigencias y expectativas pueden comportar problemas.
En la película Mejor imposibleJack Nicholson representa el papel de un obsesivo compulsivo que realiza continuamente rituales en apariencia absurdos, como andar sin pisar las juntas de las baldosas o abrir y cerrar las puertas varias veces antes de atravesarlas. Se trata de una persona altamente meticulosa, para la cual es tremendamente importante, por ejemplo, comer siempre a la misma hora, en el mismo restaurante, que le sirva la misma camarera y utilizar sólo sus propios cubiertos de plástico. Este peculiar personaje nos permite ver lo grotesco que puede resultar buscar de manera exagerada la perfección, creando su propio universo de reglas y comprobaciones, aunque también nos desvela el sufrimiento que causa vivir tan limitado por los propios miedos.
Sin llegar a ese extremo, son muchas las personas que sienten un deseo incesante de hacer las cosas siempre mejor, de superar a los demás, y esto las mantiene en una continua insatisfacción, pues la perfección es una meta inalcanzable. Las personas muy perfeccionistas, por ejemplo, poseen virtudes como una gran voluntad, la constancia o la precisión. Pero también suelen ser personas con una necesidad exacerbada de orden y de tenerlo todo bajo su control: revisan varias veces lo que tienen que hacer para no equivocarse, o no salen de su casa sin tenerlo todo previsto.
A estas personas, por lo tanto, les cuesta enfrentarse a situaciones que requieren mayor espontaneidad e improvisación, y toleran muy mal cometer errores o que los demás los cometan, pues los interpretan como fracasos o signos de poca valía personal. Su alto nivel de exigencia y sacrificio a menudo les lleva a desgastarse excesivamente para intentar realizarlo todo lo mejor posible, y también a ser poco tolerantes.

¿CÓMO ACEPTARME SIENDO TAN IMPERFECTO?
En el fondo, querer ser tan perfecto no es otra cosa que probarse a sí mismo y a las demás personas que uno vale, que es capaz. Lo que sucede es que a veces nunca se supera esta prueba, pues la persona no se conforma con lo obtenido y sube un punto más el listón. Entonces las imperfecciones se detectan como si fueran manchas en un vestido, que estropean y afean la apariencia y en las que se centra irremediablemente toda la atención, desatendiendo lo demás.
Cuando se padecen complejos serios la persona se obsesiona con lo que percibe como una imperfección. Sólo ve esa parte de su cuerpo o su peso inadecuado, y esta percepción sesgada puede llegar a crear problemas de inseguridad. Recurrir a la cirugía estética puede parecer una solución, pero si la aceptación hacia uno mismo no surge de dentro es difícil que se consiga cambiando sólo el exterior, pues siempre puede haber cosas susceptibles de ser retocadas.
Precisamente el problema principal de ser demasiado perfeccionista es que la persona no se acepta a sí misma, porque continuamente está encontrando imperfecciones en su forma de ser, en su físico o en lo que realiza. Pero la autoestima se alimenta de la capacidad de valorar los aspectos positivos que se tienen y los logros, para lo cual es necesario adoptar una visión más global y no tan centrada en las imperfecciones.

DESTAPAR LA IMPERFECCIÓN
Precisamente este rechazo de los aspectos personales que se interpretan como negativos es lo que conduce en muchas ocasiones a que las personas quieran borrarlos como sea. Cuando son defectos físicos con cirugía, dietas o cualquier cosa que logre disimularlos, y cuando se trata de carencias y limitaciones intentando no desvelarlos, transmitiendo una apariencia de seguridad y autosuficiencia.
Sin embargo, esta apariencia no deja de ser una fachada que intenta tapar huecos que continuamente quedan al descubierto, y que lleva a la persona a protegerse excesivamente y a mantener una importante contención emocional ante los demás.
En cambio, cuando alguien se atreve a mostrar su parte más defectuosa y vulnerable, a aceptar y reconocer ante las otras personas y ante sí mismo sus puntos débiles, algo muy importante cambia: se vuelve una persona más completa, más auténtica. Al no tener que falsear aparentando lo que no es, no le hace falta contener tanto sus emociones, ni poner tanta distancia. Y así puede mostrarse más accesible, más humano, y acercarse realmente a las otras personas, pues permite que le conozcan en profundidad y no sólo superficialmente.
Sin embargo, para que esto sea posible es preciso confiar. No es posible destaparse y enseñar la parte más vulnerable si uno no confía en quien le estará observando, y si no cree que, a pesar de ser imperfecto, le seguirán aceptando y queriendo. Pero lo que suele ocurrir es que sólo cuando alguien logra destaparse de esta manera ante los demás puede llegar a aceptarse realmente, siendo más autoindulgente y perdonándose sus propios defectos y errores.

RECONOCER LA HUMANIDAD 
La imperfección es parte del ser humano y nadie puede ser perfecto, pero, como vemos, a menudo luchamos contra esta condición. Pareciera como si a veces quisiéramos ser más dioses que personas, intentando ponernos a su altura persiguiendo siempre un mayor grado de perfección y omnipotencia.
No aceptar las propias limitaciones comporta ciertos riesgos. Y es que al descubrir que no se es tan perfecto, inteligente, atractivo ni tan buen padre o profesional como se querría, la persona puede experimentar la terrible decepción del fracaso. Darse cuenta de las imperfecciones, por lo tanto, no deja de ser un encuentro con la realidad, y cuanto más elevados hayan sido los ideales de la persona, más duro será este encuentro, pues la caída será desde mayor altura.
Cuando alguien olvida, por ejemplo, que lo que él conoce no es una verdad absoluta  o que los demás siempre pueden aportarle cosas, su soberbia le ciega. Así que algo que es preciso agradecer a la imperfección es que nos recuerda que somos humanos, y que nos vuelva a colocar en nuestra justa medida.
Reconocer que se tienen carencias, y que siempre es posible equivocarse, permite adoptar una actitud más humilde ante la vida. Y esta humildad es un aspecto esencial para continuar aprendiendo cada día.

LA HISTORIA DE KATTOR
Hace unos días leía un cuento a mi hijo que me pareció muy revelador. Se trata de la historia de un pequeño tigre llamado Kattor, que sorprendido y halagado por su creciente fortaleza pretende conquistar el mundo. Así, cuando se despierta una tormenta intenta doblegar al fuerte viento. Y desde su inocencia, cuando cesa el vendaval, cree haber ganado a esa fuerza invisible tan poderosa. Otro día, al toparse con una montaña le ordena que le deje paso, y lucha contra ella arañando y arrancando piedras. Al caer el sol cesa en su forcejeo, no sin antes retar a la montaña para el día siguiente. Pero Kattor no sabe que el sol de la mañana se encuentra en un lugar diferente que el de la tarde, y al no encontrar la montaña donde esperaba piensa que ésta se ha retirado asustada. Cada día Kattor se siente más fuerte, pero entonces descubre una inmensa extensión de agua: el mar. El tigre muerde y pelea contra las olas hasta terminar exhausto. Cuando decide cejar en su empeño se da cuenta de que el agua ha retrocedido, y al no saber que existe la marea cree que también el mar se ha acobardado.
Orgulloso, Kattor le explica sus hazañas a su madre, y ésta le pide que le acompañe hasta lo alto de un cerro. Allí Kattor percibe la brisa del viento, ve la montaña y el inmenso mar, y al darse cuenta de que sus victorias no han sido más que una ilusión se siente desolado. Entonces su madre le dice: «Hace falta más de un tigre para mover el viento, una montaña o el mar. Intenta hacer bien lo que pueden hacer los tigres, no más allá, y así serás feliz».
De la misma forma, la llave de nuestra felicidad reside en aceptar que tenemos ciertas limitaciones y no pretender llegar continuamente a una perfección y omnipotencia imposibles. Y para ello a menudo es preciso tener mayor perspectiva, una visión más amplia sobre la situación en la que nos vemos inmersos.

PARA COMPRENDER A LOS DEMÁS
Es preciso intentar ser más tolerantes con las imperfecciones de los demás, aceptando que no siempre responderán a nuestras expectativas y necesidades.
Si aparece algo que disgusta: Cuanto más se conoce a una persona más probable es que aparezcan aspectos que disgusten de ella. Si queremos que los demás nos acepten a pesar de nuestras imperfecciones, tendremos que aceptar también las suyas.
Intentar no idealizar: Cuando sólo se percibe lo positivo de otra persona no se tiene una percepción real de ella. Aunque esto suele ser normal en momentos como el enamoramiento, la visión tiene que acabar siendo más equilibrada para que la relación sea realmente profunda. La verdadera aceptación acontece cuando se perciben tantos los aspectos positivos como negativos.
Lo que vale para mí puede no valer para los otros: Esto implica valorar que existen otros puntos de vista, otra manera de hacer, ni mejor ni peor que la propia, simplemente diferente.

CONVIVIR CON LA IMPERFECCIÓN
A menudo no resulta fácil aceptar que las cosas no salen como uno quiere y no deja de molestar cometer errores o tener ciertos defectos. Por eso sugerimos una serie de ideas concretas para vivir mejor con la imperfección.
Amar el propio cuerpo 
El cuerpo por encima de todo nos permite sentir y actuar, y es el vehículo de nuestra identidad. Para aceptarse a uno mismo se ha de empezar por valorar y aceptar el propio cuerpo más allá de sus imperfecciones, cuidándolo por dentro y por fuera y aprendiendo a escuchar sus señales.
Realizar cosas nuevas 
Es preciso perder el miedo al fracaso, a hacer el ridículo o a lo desconocido haciendo cosas diferentes y fuera de la rutina. El verdadero fracaso reside en ni siquiera intentarlo. Para aprender de los propios errores se necesita humildad y una pizca de arrojo.
Vivenciar más que juzgar
Además de ver las imperfecciones es preciso apreciar lo positivo. Para ello hay que colocarse en el presente y enfocar la atención hacia lo que se siente en ese preciso momento. Conviene abandonar por unos instantes los juicios, las comparaciones y la tendencia a guiarse más por la cabeza que por las sensaciones.
Relajar la autocrítica 
Aunque se quiera ser más indulgente con uno mismo a veces cuesta frenar la tendencia autocrítica. En tales casos puede resultar de ayuda anotar lo que esa voz interior repite, pues al exteriorizarlo de esta manera se puede ser más consciente de cuándo la autocrítica entra en acción y, por lo tanto, aprender a calmarla.
Reconocer los errores
El orgullo aparece cuando se compite con las demás personas. El autocontrol mantiene una distancia emocional respecto a los otros. Cuando los errores o las carencias se interpretan como debilidades tienden a evitarse o esconderse. En cada uno de estos casos es importante reconocer qué impide aceptar la propia imperfección y remediarlo con la actitud contraria: humildad, confianza o capacidad para mostrar la vulnerabilidad.



Cristina Llagostera, Cuerpomente.


Fuente: Cuerpomente

Sunday, October 5, 2014

¡¡Llamadme Bruja!! - Barbara Giorgi

No importa quién soy. No importa cómo me llamo. Podéis llamarme Bruja. Porqué de todas formas mi naturaleza es esta. Desde siempre, a partir del primer vagido, del primer respiro de vida, de la primera patada que tiré en el mundo.
Soy una de aquellas mujeres que tienen el fuego en el alma, soy una de aquellas mujeres que tienen la vista y el oído de un gato, soy una de aquellas mujeres que hablan con los árboles y con las hormigas, soy una de aquellas mujeres que tienen el cerebro de Hypatia, de Artemisia, de Madame Curie. Y soy bella.
Tengo la belleza de la luz, tengo la belleza de la armonía, tengo la belleza del mar en tormenta, tengo la belleza de un tigre, tengo la belleza de los girasoles, de la lavanda y también de la hierba grama. Por esto soy Bruja.
Soy Bruja porqué soy diferente, soy única, soy otra, soy mi misma, estoy fuera de las filas, estoy fuera de los esquemas, soy a-normal… ¡soy yo!
Soy Bruja porqué estoy orgullosa de mi ser animal-mujer-gitana-artista y… ingeniera loca de mi vida. Soy Bruja porqué sé utilizar la cabeza, porqué digo siempre lo que pienso, porqué no tengo miedo de la palabra peligrosa y pruriginosa, de la palabra poderosa y potente.
Soy Bruja porqué a menudo fastidio a las Santas Inquisiciones de este extraño milenio, de esta Edad Media de tribunales mediáticos y apáticos.
Soy Bruja porqué las hogueras todavía existen y yo – antes o después – podría acabar dentro.
Monólogo “Llamadme Bruja”, escrito por Barbara Giorgi para Franca Rame, gran actriz y feminista italiana.
Dedicado a todas las increíbles Brujas que conozco y a todas las que no.

Enseñar las verguenzas

Me enseñaron a avergonzarme de mi cuerpo, de mis actos, de mis pensamientos. 
Me enseñaron que lo que pienso es absurdo, que lo que hago es ridículo, que lo que deseo es sucio.
Y aprendí a no decir lo que pensaba, por vergüenza de que alguien a mi alrededor pensara algo mejor.
Y aprendí a no hacer lo que me apetecía, por vergüenza de que alguien a mi alrededor creyera que era inoportuno.
Y aprendí a no perseguir lo que deseaba, por vergüenza de que alguien a mi alrededor opinara que era inapropiado.
No contenta con someterme a la mirada externa, me plegué también a la vergüenza ajena. 
Y aprendí a preguntarle a la vergüenza cómo vestirme, no vaya a ser que alguien pensara que voy buscando gustar, destacar. Y aprendí a escuchar a la vergüenza al desnudarme, no vaya a ser que me sintiera cómoda en mi cuerpo, y me acostumbrara a enseñar(me)lo sin miedo. Y aprendí a consultar con la vergüenza antes de abrir la boca, no vaya a ser que dijera sin filtro lo que me pasa por la cabeza, y se enterara la gente.
Y dejé de bailar, de reír a carcajadas, de rascarme el culo, de preguntar lo que no entiendo, de opinar lo que pienso, de compartir lo que siento, de pedir ayuda, de ponerme faldas, de ir a la playa, de comer o llorar en la calle, de ir sin sujetador, de pintarme, de salir sin pintar, de bajar a la calle despeinada, de usar esa ropa que dicen que no me pega nada, de llamar a quien echo de menos, de tomar la iniciativa, de decir que no, de decir que sí, de quejarme, de vanagloriarme, de estar orgullosa, de admitir que estoy asustada.Y, a base de sentirme cada día más avergonzada, entendí que mi vergüenza nunca iba a sentirse saciada. Que toda la vida iba a imponerse entre yo y mi representante impostada. Así que busqué a mi sinvergüenza interna.
Y le costó salir un poco, le daba vergüenza. Pero acabó sacándome a bailar, haciéndome dúo al cantar, saliendo conmigo a la calle con la cara sin lavar, animándome a hablar, a ignorar las cosas que me deberían avergonzar...
Y ahora no tengo tiempo para sentir vergüenza. Estoy ocupada viviendo.
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Desconozco aut@r del texto (si sabéis de quien podeis aportar información), lo encontré en el muro de mi amiga Nirukta.